El distraído tropezó con ella.
El violento la utilizó como proyectil.
El emprendedor la usó para construir.
El campesino, cansado, la transformó en una silla y se sentó.
Para los niños, fue un juguete.
León Felipe la poetizó.
David mató con ella a Goliat.
Y Miguel Ángel la transformó en la más bella de las esculturas.
La diferencia no radica en la piedra, sino en el hombre.
Autor: Anónimo.
Libro: Historias que hacen bien.
Esto se podría relacionar con el filósofo Aristóteles, ya que éste decía que todo se define por su esencia y que a su vez, todo tiene una determinada realidad y capacidad o posibilidad de ser otra cosa. Es decir, introduce el concepto de acto y potencia para poder explicar los motivos del por qué un bebe llega a ser hombre y no un árbol, y viceversa, por qué una semilla logra ser árbol y no un hombre.
A mi criterio, esta poesía es un magnífico ejemplo de lo que quiso decir Aristóteles tiempo atrás, debido a que al finalizar la lectura de la misma se logra llegar a la conclusión de que depende de cada uno, y de la esencia de la que nos valemos, poder transformar o no esa piedra en lo que deseamos. También entra en juego la potencialidad de los seres humanos para lograr sus objetivos, es decir, entra en juego su capacidad y posibilidad de transformar esa piedra en una escultura, juguete o proyectil.
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